Karate como DōDō, suele traducirse como camino o vía. Se utiliza para nombrar disciplinas marciales o artísticas, con un componente esencialmente espiritual. Así se forman los nombres: Karate-dō, Aikido, Judo, Kendo, Kadō (o Ikebana), Kyudo, etc. Estas disciplinas comparten un conjunto de características, que son imprescindibles para que se configure un dō: implican una especialización técnica (senmonsei), deben ser transmisibles (keishōsei), tienen un marco normativo (kihansei), deben englobar la universalidad (kihensei) en complementación y aparente oposición con la especialización antes mencionada, y se rigen por un fuerte componente jerárquico de autoridad (ken'isei). En un sentido metafísico, más profundo, dō alude a la esencia íntima, inefable, del universo, y por tanto es imposible de nombrar o circunscribir a una definición. En este contexto, a la hora de buscar una aproximación al dō, a la Vía, adquiere protagonismo el concepto de gyō. Gyō es la forma de recorrer ese camino. Si bien se enmarca en determinados aspectos formales y rituales, el gyō es personal de cada individuo. El término Gyō significa caminar, marchar; también alude a “la marcha”, “el caminar”. Es el acto de recorrer el dō.
Antiguamente el gyō se aplicaba a aquellos individuos que seguían una forma muy rigurosa de práctica religiosa. Luego, su uso se extendió a las artes tradicionales japonesas, que reposan, todas ellas, sobre la búsqueda de la perfección. El gyō busca hacer carne la doctrina, para trascenderla, logrando así la universalidad en uno. No es suficiente estudiarla y meditar sobre ella. Es necesario transformarla, asimilarla corporal y espiritualmente. Esto solo es posible mediante una práctica comprometida, entendiendo el compromiso en la más estricta de sus acepciones. Gyō es, entonces, la recorrida de la Vía, el Camino, el dō, con una total inmersión del artista en la práctica (o la obra). Gyō implica un aspecto netamente introspectivo, pero sin embargo, NO orientado a la objetivación, sino a la experiencia subjetiva. Busca la trascendencia de la subjetividad. Cada paso, más que un simple movimiento físico, es como una plegaria, en cuanto debe procurarse que el cuerpo y el espíritu formen un todo entregado al dō. Es la forma de ejecutar un ritual repetitivo siguiendo un proceso de interiorización, inextricablemente enlazado a la propia vida del practicante. En karate esta práctica puede identificarse fácilmente con la práctica de Kata.
Gyō es un esfuerzo por trascender el nivel sensorial cotidiano. Implica un cambio cualitativo en la actitud de práctica (aunque generalmente es la intensidad cuantitativa la que favorece -en aquellos practicantes con la madurez adecuada- la puesta del practicante a las puertas del gyō). Se puede decir que Kata es la forma práctica, transmisible, de una técnica de transformación del cuerpo y el espíritu. Mientras que Gyō es un acto y un estado del espíritu. Esta evolución implica, necesariamente, en algún momento, sobrepasar ciertos límites físicos y hasta psicológicos. En Karate, la práctica de Kata en particular, y de Karate en general, apunta a una reorganización de la actividad perceptiva cotidiana, y a través de ella, de toda la existencia. En el siguiente video, el Gran Maestro Shoshin Nagamine ejecuta el kata Wankan. |